A medida que se acerca la gran partida, la presión aumenta y las preguntas recorren su mente de padre: «¿Se adaptarán mis hijos?», «¿Cómo llevarán lo de estar lejos del resto de la familia?», «¿Qué pasará si no nos gusta nuestra vida allí?».
Hay que reconocer que no es poca cosa. Para cada miembro de la familia, esto significa adaptarse a una nueva vida, un nuevo país, una nueva cultura, nuevos amigos y, a veces, un nuevo idioma. Para que este proyecto sea un éxito, serán necesarios, por supuesto, debates y una buena preparación administrativa, material y psicológica.
Por supuesto, habrá algunos aguafiestas que juzgarán esta decisión como inconsciente, egoísta e irreflexiva, y que expresarán su incomprensión. El sentimiento de culpa y las dudas atenuarán regularmente (o incluso estropearán) su entusiasmo, alegría e impaciencia en los meses previos a su partida. Por no hablar de unas cuantas noches en vela y chocolatinas tragadas… 😉
Y sin embargo… es sin duda una de las mejores decisiones que tomará en su vida, tanto para usted como para sus hijos. Porque le espera una aventura maravillosa (aunque no estará exenta de trampas).
Por otro lado, se tiende a pensar que expatriarse en solitario o en pareja tiene más ventajas que hacerlo en grupo: es más práctico, más sencillo, etc. Quizá durante la fase de preparación (menos papeleo, no hay que buscar colegios ni guarderías, presupuesto, etc.), pero una vez allí: ¡ni hablar! ¡¡¡¡En la fase de preparación, quizá (menos papeleo, no hay que buscar colegios ni guarderías, presupuesto, etc.), pero una vez allí: ni hablar !!!!
He aquí la prueba número 5 de que vivir en el extranjero en familia tiene muchas ventajas. Expatriarse en grupo le permite :
1- Reforzar la familia
Ante las dificultades y lo desconocido, la gente tiende a refugiarse en sus allegados. «La unión hace la fuerza» es un dicho que resulta especialmente cierto durante una expatriación: al enfrentarse a las dificultades de la vida en el extranjero, los miembros de una misma familia se mostrarán más solidarios entre sí que en casa.
No hay nada comola expatriación para unir más a una familia: los lazos se estrechan, las confidencias se hacen más comunes, los momentos compartidos son más numerosos y los recuerdos, inolvidables.
2- Integrarse más rápida y fácilmente
¡Viva la escuela! Gracias a ella, nuestros pequeños harán nuevos amigos y descubrirán que la amistad trasciende fronteras. Pero la buena noticia es que también beneficiará a los padres. 😉
En cuanto a los adultos, la escuela es un magnífico caldo de cultivo para posibles conocidos y amigos. Los padres que traen a sus hijos a esta escuela tienen mucho en común con usted: los niños (Bonjour Monsieur La Palissade), el barrio, las preocupaciones y las actividades. Hay muchas cosas de las que hablar, lo que facilita el enfoque: deberes, profesores, piojos, etc. 😀
No hay nada como esperar horas en el banquillo (hasta que acaba el partido de Junior) para entablar conversación con otro «commis d’office»: el tiempo vuela, ¿no crees? 😉
3- Aprender un idioma mucho más rápido
Aprender un idioma extranjero es imprescindible en algunos países, y también en este caso es útil contar con varias personas que se enfrenten al mismo «problema».
Prepárate mentalmente para que tus hijos te lleven de cabeza: ir a la escuela local o a casa de tus vecinos, por no hablar de que sus cerebros están menos «arrugados» y son más esponjosos que el tuyo, les permitirá aprender a la velocidad del rayo.
Es gratificante para ellos («Hablo mejor que mamá», «Papá, con tu acento, el hombre no entiende nada»), estimulante y conmovedor para ti: todos salen beneficiados y aprendes y dominas la lengua local más rápidamente que si te hubieras ido al extranjero solo o en pareja.
4- Positivizar
Contrariamente a la creencia popular, la vida en el extranjero no siempre es idílica: suele estar salpicada y empañada por momentos de duda y/o melancolía.
Solo, o incluso en pareja, es más fácil sentirse triste, lamentarse y «llorar por tu suerte». Con los niños, sin embargo, hay que poner cara de valiente, demostrar una actitud positiva y superar la propia nostalgia, sobre todo si los hijos se han mostrado reticentes desde el principio a trasladarse al extranjero o lo han vivido como un desarraigo.
A nosotros nos corresponde tranquilizarles, demostrarles a diario los méritos y beneficios de la expatriación, y hacer que quieran integrarse: destacamos los aspectos buenos de su nueva vida, les felicitamos, les animamos, les admiramos por su rapidez y facilidad de adaptación y, sobre todo, mostramos paciencia.
Al hacerlo, no tenemos tiempo para compadecernos de nosotros mismos y aprendemos a superar la nostalgia y a apreciar las cosas buenas de esta maravillosa aventura familiar.
5- ¡Descubrir, descubrir, descubrir!
Como continuación lógica del punto anterior, para asegurarnos de que nuestros hijos (y nosotros mismos, por supuesto) disfrutan de su vida en el extranjero, nos aseguramos de que cada día libre sea extraordinario: visitamos un lugar nuevo, participamos en una actividad local, asistimos a una fiesta tradicional, conocemos a los lugareños, etc. También nos aseguramos de que nuestros hijos disfrutan de su estancia en el extranjero.
En resumen, no te quedas encerrado en casa: sales y haces de cada salida una aventura… mientras que solo, la tentación es quedarse en casa, pasar horas en Internet o frente al televisor… ¡y perderte muchas cosas!
En resumen, salir al extranjero con tu tribu tiene su parte de miedos, esfuerzos y escollos, pero padres, creedme, si tenéis la oportunidad de vivir esta maravillosa aventura, merece la pena. 🙂